Dicen que siempre hay una primera vez para todo y no recuerdo haber visto nunca irse a tanto público de Mestalla cuando ni tan siquiera había transcurrido media hora de partido. El desfile comenzó cuando Ferran hizo su tercer gol, que los sumó a otro anterior de Fermín. Ni efecto Mestalla ni vergüenza torera ni leches en vinagre. Lo que hizo el Barcelona parecía una simple regla de tres: “Si a los titulares del Valencia les metimos siete, a los suplentes, X”. Al final cinco, y gracias.

Pero no carguemos las tintas solo contra los del césped, que bastante complejo de inferioridad tienen que tener a estas horas tras otro repaso culé. Daba hasta pena escuchar con 0-5 los “olés” con mofa del público de Mestalla cuando los blanquinegros daban tres o cuatro pases seguidos. Ese escarnio fue mayor que los pitos de los que solo se libró Sadiq. Ni tan siquiera hay que cebarse con el del banquillo de turno. Se llame Rubén o Carlos, aunque volviera a no estar acertado con su planteamiento. Este Valencia de Peter Lim es lo que es, un engendro de equipo al que han dejado llevar hacia el abismo por una nefasta planificación deportiva.

El otro día Miguel Ángel Corona, un director deportivo que llegó el año 2020 a un Valencia que competía en Champions y que desde entonces no solo no ha pisado Europa sino que está viendo peligrar por segunda vez su permanencia en Primera, dijo como balance de mercado: “Humildemente, era difícil mejorar esta plantilla”. Mare meua. Por el bien del pueblo de Mestalla, que les de para salvarse, que fácil no lo tienen, y que venda cuanto antes Peter Lim.

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